No ingerir ningún alimento disminuiría los efectos del 'jet-lag'
  


Ajustar los tiempos de las comidas podría ser beneficioso para que los viajeros se recuperen positivamente de los efectos del 'jet-lag'. Así lo reconoce un estudio desarrollado por el equipo de investigación de Clifford Saper, de la Universidad de Harvard (EEUU), publicado en la revista Science.
Los investigadores creen que el cerebro es capaz de desarrollar un segundo reloj, conocido como 'reloj alimenticio' que les permite mantener un registro de los tiempos de comida.
El estudio se llevó a cabo inicialmente en ratones. En el caso de los animales, cuando los alimentos escasean, el reloj alimenticio se para y los mantiene despiertos hasta que éstos encuentran qué comer. De esta forma, tanto los trabajadores por turnos como los viajeros podrían mantener a raya el cansancio, a base de no comer.
Los ciclos diarios de sueño, el comportamiento y el metabolismo están controlados por un poderosos reloj maestro, que reside en un área del cerebro llamada núcleo supraquiasmático. La interrupción de estos ritmos 'circadianos' está relacionada con fenómenos como el insomnio, la depresión, patologías cardíacas, cáncer y trastornos neurodegenerativos.
El reloj 'circadiano' es hipersensible a la luz del día. Sin embargo, los investigadores han investigado a lo largo de varios años la posible existencia de un reloj sensible a los hábitos de alimentación. Para poder comprender la relación entre ambos relojes, el equipo de la Universidad de Harvard ha estudiado ratones que carecían de un componente genético clave en el proceso, la Bmal 1.
Mediante el restablecimiento de este gen en diferentes partes del cerebro, se pudo identificar la presencia del 'reloj alimenticio' en una zona del hipotálamo conocida como núcleo dorsomedial. A través de la observación del comportamiento de los ratones, los investigadores han podido averiguar que el reloj alimenticio podía reemplazar al reloj circadiano maestro, permitiéndoles mantenerse despiertos hasta que encontrasen algo de comer.
De esta forma, los viajeros podrían utilizar su ‘reloj alimenticio’ para adaptarse a los cambios horarios y evitar los incómodos efectos del 'jet-lag', como la sensación de atontamiento.
"Debido al funcionamiento del reloj biológico humano la persona podría tardar una semana en adecuarse a los cambios horarios", ha afirmado Saper. "No comer nada cuando se está en el avión y consumir algo nada más aterrizar, debería ser suficiente para ayudar al organismo a evitar los síntomas propios del 'jet-lag'. Así, no se debe ingerir ningún alimento durante aproximadamente 16 horas".
Para el Dr. Neil Stanley, del Hospital Universitario de Norwich (Reino Unido), el descubrimiento es "potencialmente beneficioso", para los viajeros y para aquellos que trabajan por turnos. «A pesar de que los síntomas nunca llegar a desaparecer totalmente, sí pueden ser más llevaderos», concluyó.
 
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