¿Vivimos el presente? | Por: Micaela Martín Lilla
  
¿Cuántas veces al día nos encontramos estando realmente presentes? A estar presente me refiero a estar con el cuerpo y la mente en ese lugar y en ese momento, plenamente viviendo lo que sucede, casi perdiendo la noción del tiempo y del espacio.
Vivir enteramente el presente es algo que pocas veces nos sucede a nosotros los seres humanos, y mucho menos a los que nos toca transitar por este siglo XXI, donde la tecnología hace mucho para que nuestro nivel de presencia sea reducido al mínimo de lo posible, pudiendo alcanzarla solo en pequeños momentos y casi milagrosamente.
Constantemente me encuentro en lugares públicos observando a la gente transitar por la vida con la cabeza gacha, y no por tristeza ni por vergüenza, sino por mirar la pantalla de un celular que entretiene y mantiene a la persona lejos del lugar donde realmente se encuentra y donde miles de cosas sucedieron en ese instante en que bajó la cabeza. ¿Cuántas veces, en el último mes, te encontraste cocinando y pensando en lo que estabas revolviendo mientras revolvías? ¿Cuántas veces te concentraste en pelar la papa mientras lo hacías? Y ahora, ¿Cuántas veces te encontraste en la cocina cocinando y pensando en cualquier otra cosa que nada tenía que ver con comer ni cocinar?
Alguien dijo alguna vez que la salud consistía en realmente hacer lo que uno está haciendo, pensando en aquello que está haciendo, y sintiendo, con todos los sentidos, esa experiencia plenamente. Esto puede ser llevado a las relaciones y a las tantas conversaciones que mantenemos a diario con aquellas personas conocidas y desconocidas para nosotros. Aunque algunas de estas conversaciones pueden ser superficiales y triviales, y son hasta necesarias de vez en cuando; otras pueden llegar a ser bastante profundas, logrando sentir algún tipo de conexión con la otra persona con la que se está entablando un diálogo que parecería ir más allá de las palabras.
Me encuentro, a medida que pasa el tiempo, con que este tipo de conversaciones parecieran ser las menos, ya que para lograrlas se precisa de lo que rara vez alcanzamos: un cierto nivel de presencia, bastante elevado por cierto. Estar frente a otro realmente presentes y teniendo un diálogo profundo, es algo que no logramos a diario pero que muchas veces suele ser intenso y sumamente satisfactorio.
Teniendo en cuenta que de vez en vez el pensar en algo que nos preocupa nos lleva a pensar en otra que también nos preocupa, hasta alcanzar así una hilera de situaciones que nos generan angustia y nos sacan del momento actual; el saber cortar con esa secuencia ni bien comienza podría ser una opción para mantenernos firmes en el momento presente.
Para finalizar, quisiera plantear cierta pregunta que me está acompañando hace ya algún tiempo: ¿Puede que esta falta de presencia, como consecuencia de la tecnología que nos dificulta el estar presentes observando lo que sucede y emocionándonos con aquello que ocurre a nuestro alrededor, desencadene en un vacío de recuerdos al momento de contarles a nuestros nietos aquellos momentos que hemos vivido plenamente?

Micaela Martín Lilla| Consultora Psicológica – Counselor
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