Las mujeres viven la vejez diferente que los hombres
  
Es importante reflexionar sobre la vejez como etapa de nuestra vida, como y porque se han construido las tradiciones que nos programan para cuestionarnos cuales son positivas para nuestra felicidad para aceptarlas y modificar las que no lo sean.

¿Se han puesto a pensar que las mujeres y los hombres vivimos y envejecemos en forma diferente? ¿En qué y porque?
Cuando nacemos a las niñas nos visten de rosa y a los niños de azul; nosotras jugamos con muñecas, a la comidita y a ser princesas bonitas; ellos a montar caballo, motos y a ser guerreros para salvar el mundo.

Desde ahí las costumbres nos van programando a desempeñar distintos roles. Las mujeres nos formamos un “ideal del yo” en relación a otros, nuestro valor y aceptación depende de los demás: cuidar a los hijos y familia, ser bonita para gustar a la pareja, ser obediente, sumisa y prudente. El “yo ideal” de los hombres es ser fuertes, tomar decisiones, ser valiente audaz y mandar recibiendo cuidados de la mujer.

Al pasar de los años el hombre amplía su campo social y sus oportunidades fuera de casa en el estudio, trabajo y con amigos; mientras la mujer se concentra en cuidar a otros con entrega y sumisión postergando sus oportunidades de desarrollo y sueños. “Primero son ustedes, luego yo” nos dicta nuestra conciencia. La rebeldía, atrevimiento, audacia y autonomía en la mujer se critica y en el hombre se elogia. A los hombres se les aplauden conductas que a la mujer se le prohíben y la mujer tiene obligaciones de servicio que se critican a los hombres abriendo para ambos campos de relación incompletos. A los hombres se les critica el llanto y la dulzura, lo que les priva de parte importante del ser.

Los estereotipos de la cultura occidental y la moda enaltecen la belleza, la fuerza y la juventud, tememos perderlos por lo que rechazamos y negamos la vejez, sobre todo las mujeres que depositamos en los demás la propia valoración. Querer ser eternamente jóvenes y bellas nos lleva a un menosprecio personal y social que compensamos aumentando la sumisión, el servicio y el cuidado.

Frecuentemente escuchamos de nuestras amigas: -“Pregúntame todo menos la edad”-“No me pongas tantas velitas en el pastel” El comercio se aprovecha y nos convertimos en sujeto de consumo gastándonos dinero en ocultar nuestra edad en lugar de disfrutarla. ¡Como si fuera un demerito el paso de los años! El descontento con nosotras mismas nos lleva a la depresión y al miedo a la soledad lo que abre las puertas al abuso, maltrato y violencia. La experiencia vivida es un valor que tenemos que defender y transformar esa visión anticuada.

Las mujeres mayores por el temor a perder nuestro roll social y con él la aceptación, tendemos a incentivar nuestra oferta de cuidados que nos exige nuestra misma familia. –“Que bueno que vinieron a estar conmigo, yo me voy al otro cuarto”. “Que gusto que les gusta como lavo y cocino”
Se ha construido un modo de relación en base al servicio como obligación, nuestra necesidad de aceptación y la sobre exigencia de hijas y nietas abre la puerta al abuso e insultos y pronto al despojo, resultado de frases como -“Lo mío es tuyo”- que van marcando la forma de relacionarnos. Confundimos el sentido del amor. Reprendamos un amor con respeto e igualdad.

A diferencia de nuestra cultura urbana, en las culturas indígenas la opinión de los mayores es guía de las decisiones de las comunidades, a través del Consejo de Ancianos se reconoce y valora el valor personal y social de la vejez.

El reto es romper la propia discriminación y atrevernos a vivir con autonomía defendiendo el derecho a la alegría.

La vejez es y debemos reconocerla como la oportunidad de retomar nuestro tiempo para disfrutar aprovechando nuestra experiencia, recreando nuevos sueños, renovando metas y remodelando nuestras relaciones hemos cuidado mucho, es momento de cuidarnos a nosotras.

Es necesario reivindicar la vejez aceptando nuestro valor es esta etapa de vida y nuestro derecho a ser plenamente felices; para ello hay que visibilizar los estereotipos que causan la discriminación propia y social y combatirlos; transformando nuestras relaciones.

Es importante decidirnos a desaprender para aprender a transformar la propia visión que de nosotras tenemos nosotras mismas para transformar las costumbres inequitativas e inadecuadas para nuestra felicidad con los demás.

Reconocer nos, amarnos y remodelarnos con nuevas metas y formas de relación dando pasos a la autonomía.

Aprender a decir NO O SI estableciendo condiciones favorables a nuestra realidad.


Lic. Adriana Luna Parra
Psicóloga
 
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