En el contexto de la pandemia recomiendan a los asmáticos continuar con sus tratamientos
  
No hay evidencia de que los pacientes asmáticos presenten mayor riesgo de infección por coronavirus que la población general ni que sus tratamientos empeoren el pronóstico de la enfermedad por COVID-19. La importancia de continuar con sus terapias y mantener estilos de vida saludable.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la actualidad hay alrededor de 300 millones de pacientes con asma alrededor del mundo. En Argentina, según estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación, hay unas 3.5 millones de personas que sufren de esta afección, representando a un 8% de la población. A su vez, se sabe que en el país afecta al 5% de los adultos y que es una de las principales enfermedades crónicas en niños y adolescentes.

«El asma es una enfermedad crónica de las vías respiratorias caracterizada por un estrechamiento de la luz bronquial. Esto se provoca por broncoconstricción y por un aumento de la mucosidad que puede afectar a personas de todas las edades, aunque es más frecuente en los chicos y en personas que tienen antecedentes personales o familiares de asma, siendo reversible con tratamiento en la mayoría de los casos», explicó el Dr. Gastón De Stefano, neumonólogo de INEBA Instituto de Neurociencias Buenos Aires.

Sus síntomas incluyen sensación de pecho cerrado, dificultad respiratoria (disnea), tos o silbidos (sibilancias) en el pecho. Estos generalmente son variables siendo una de las características principales de la enfermedad.

Más allá de la edad del paciente, en la mayoría de los casos existen factores que pueden desencadenar o empeorar los síntomas como las infecciones virales, polvos ambientales, ácaros, polen, pelos de animales, humo de tabaco, ejercicio, estrés, medicamentos como AINES o betabloqueantes.

Como toda enfermedad crónica, se controla pero no se cura. Sin embargo, quienes la presentan pueden llevar una vida normal con las estrategias de tratamiento correspondiente.

«A menudo el asma no se diagnostica correctamente debido, muchas veces, a la baja percepción de los síntomas por los pacientes y al subdiagnóstico. Esto hace que las personas no reciban el tratamiento adecuado, creando así una importante carga en el sistema de salud por las múltiples consultas ambulatorias y atención por guardia, y pudiendo limitar su actividad cotidiana durante gran parte de su vida», comentó el especialista.

El diagnóstico de asma se basa en la presencia de los síntomas mencionados, sumados a la realización de pruebas de función pulmonar como la espirometría. Esta es una prueba no invasiva que mide la capacidad pulmonar mediante el volumen de aire que se espira. Permite comprobar si existe obstrucción de los bronquios, así como su intensidad. También se puede medir la variabilidad del flujo máximo, mediante un pico flujo (aparato portátil) que permite constatar la capacidad pulmonar de la persona y estudiar las variaciones diarias.

Opciones terapéuticas
Entre los tratamientos farmacológicos existen dos tipos de medicación disponibles:

◾ De rescate: se usan sólo para aliviar rápidamente los síntomas, siendo los broncodilatadores de acción rápida los más conocidos. Suelen presentarse en aerosol o solución para nebulizar.

◾ De control: son medicamentos que se utilizan de manera continua y permanente a fin de prevenir la presentación de síntomas, evitar que se usen los medicamentos de rescate y reducir las crisis asmáticas. Se trata principalmente de corticoides inhalados asociados o no a broncodilatadores de acción prolongada, entre otros.

«Más allá de estos tratamientos, existen nuevas terapias biológicas que son recomendadas para un grupo de pacientes que no logran controlar sus síntomas con las terapias mencionadas anteriormente. Se los conoce como grupos de asma de difícil manejo o asma grave, y representan a un 5% del total de los pacientes asmáticos», comentó el Dr. De Stefano.

Además de las medicaciones, la enfermedad tiene tratamientos no farmacológicos, basados en estilos de vida saludable. Para ello, se recomienda a los pacientes:

◾ Evitar el tabaco, ya que los pacientes asmáticos fumadores tienen peor control de la enfermedad y menor respuesta al tratamiento farmacológico.

◾ Realizar actividad física de forma regular ya que el movimiento mejora la condición cardiovascular y la tolerancia al esfuerzo de los pacientes.

◾ Evitar la contaminación ambiental

◾ Recibir periódicamente las vacunas antigripal y antineumocócica.

◾ Evitar contacto con diferentes alérgenos como ácaros del polvo (disminuir el uso de alfombras, moquetas, cortinas y objetos que acumulen polvo), pólenes (no permanecer mucho tiempo al aire libre los días de alto nivel de polinización), animales (evitar contacto con las mascotas en el dormitorio y en el sofá)

◾ Evitar la humedad en el hogar y ventilar frecuentemente.

Su relación con el virus de la COVID-19
No existe evidencia hasta la fecha de que los pacientes asmáticos presenten mayor riesgo de infección por coronavirus que la población general. De todas maneras, la OMS indicó que padecer asma, así como también otras enfermedades respiratorias crónicas, lo pone al paciente en un riesgo mayor al estar infectado.

A su vez, no existe evidencia al momento que demuestre que los tratamientos habitualmente empleados en el tratamiento de mantenimiento del asma empeoren el pronóstico de la enfermedad por COVID-19, por lo que suspenderlos puede aumentar el riesgo de padecer una crisis de asma.

«Desde la Asociación de Medicina Respiratoria se recomienda a los pacientes no discontinuar su medicación de mantenimiento con corticoides inhalados (monoterapia o terapia combinada con broncodilatadores de acción prolongada). Lo mismo respecto al tratamiento con terapias biológicas. Tampoco debe ser suspendido. Lo único que actualmente no se recomienda es el uso de nebulizadores por el alto riesgo de dispersión de partículas contaminantes y se sugiere reemplazarlo por inhaladores de polvo seco o MDI con aerocámara», concluyó el neumonólogo.
 
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