El desafío de saber acompañar a alguien que padece una enfermedad mental
Si bien una de cada cuatro personas en el mundo padece una enfermedad mental, y seis de las diez enfermedades que producen mayor discapacidad son enfermedades mentales, a la fecha, quien lo padece y el que acompaña, no siempre cuentan con las herramientas necesarias para transitarlo de la mejor forma posible.
La realidad es que hay personas que poseen ciertas limitaciones para cuidarse a sí mismos
y requieren de la presencia y acción permanente del otro. Pero, ¿Cómo puede uno teniendo sus propios problemas y preocupaciones, ser el sostén de una persona que padece una enfermedad mental?
Para empezar, hay que entender que las personas afectadas pueden requerir asistencia para hacer actividades tanto básicas como más avanzadas, y además necesitan contención emocional y compañía. Es por ello que resulta muy difícil que una sola persona pueda cargar con todas estas responsabilidades.
Al respecto, la Dra. Teresa Torralva, presidente de la Fundación Ineco y co-editora del libro 'Saber Acompañar', elaborado y editado por profesionales de la institución, afirmó que «el rol de cuidador puede resultar una experiencia satisfactoria para el paciente y la familia. No obstante, está demostrado que quienes cuidan a los demás, tienen más probabilidades de enfermarse física y mentalmente, pudiendo experimentar lo que se conoce como sobrecarga del cuidador o síndrome de burn-out. En este sentido, resulta fundamental cuidar a los que cuidan y que estos se hagan de un espacio para dedicarse a su propio cuidado y a tener momentos de descanso»,
En estas situaciones la clave para evitar frustraciones y sumar nuevas preocupaciones, es tener en cuenta la opinión del involucrado. Siempre que sea posible, es importante darle a la persona enferma la libertad de elegir qué tratamiento recibir, qué comer, dónde vivir, con quién hablar y que tome la decisión sobre su estado laboral y su educación. «Cuando las personas toman el control de sus vidas, mejora su perspectiva de vida, su salud física y mental, generando un beneficio a su recuperación», aseguró el Dr. Julián Bustin, jefe de la Clínica de Memoria y Gerontopsiquiatría de Ineco.
Por otro lado, es sabido que el momento del diagnóstico de una enfermedad o condición médica neurológica o psiquiátrica crónica tiene un impacto en quien la padece, su familia y su entorno inmediato, transformándose en un punto de quiebre en la vida de una persona. En el caso de los niños y niñas, es normal que este momento pueda movilizar sentimientos encontrados en los padres y la familia que deben ser verbalizados. «Los padres no son los culpables de las patologías de sus hijos, pero sí son responsables de intentar ofrecer el mejor tratamiento y sin dudas deben ser considerados parte fundamental del equipo de trabajo», afirmó la Dra.Torralva.
Aún existe una compleja y preocupante mezcla de desconocimiento y alto estigma en la población general en casi todo lo que respecta a este tipo de enfermedades, y en muchos casos esto demora el diagnóstico, poniendo en riesgo el bienestar de la persona y el de su entorno. En esta línea, el proceso diagnóstico en las enfermedades mentales es el primer paso para un tratamiento adecuado, siendo los síntomas que afectan las capacidades de las personas para desarrollar las actividades de la vida cotidiana, los motivos de consulta más frecuentes.
El conocimiento y la información tienen un impacto significativo en el cuidado de las personas con enfermedades del cerebro. Saber más nos abre un abanico de oportunidades y opciones para lograr el mejor tratamiento posible y una mejor calidad de vida.
La realidad es que hay personas que poseen ciertas limitaciones para cuidarse a sí mismos
y requieren de la presencia y acción permanente del otro. Pero, ¿Cómo puede uno teniendo sus propios problemas y preocupaciones, ser el sostén de una persona que padece una enfermedad mental?
Para empezar, hay que entender que las personas afectadas pueden requerir asistencia para hacer actividades tanto básicas como más avanzadas, y además necesitan contención emocional y compañía. Es por ello que resulta muy difícil que una sola persona pueda cargar con todas estas responsabilidades.
Al respecto, la Dra. Teresa Torralva, presidente de la Fundación Ineco y co-editora del libro 'Saber Acompañar', elaborado y editado por profesionales de la institución, afirmó que «el rol de cuidador puede resultar una experiencia satisfactoria para el paciente y la familia. No obstante, está demostrado que quienes cuidan a los demás, tienen más probabilidades de enfermarse física y mentalmente, pudiendo experimentar lo que se conoce como sobrecarga del cuidador o síndrome de burn-out. En este sentido, resulta fundamental cuidar a los que cuidan y que estos se hagan de un espacio para dedicarse a su propio cuidado y a tener momentos de descanso»,
En estas situaciones la clave para evitar frustraciones y sumar nuevas preocupaciones, es tener en cuenta la opinión del involucrado. Siempre que sea posible, es importante darle a la persona enferma la libertad de elegir qué tratamiento recibir, qué comer, dónde vivir, con quién hablar y que tome la decisión sobre su estado laboral y su educación. «Cuando las personas toman el control de sus vidas, mejora su perspectiva de vida, su salud física y mental, generando un beneficio a su recuperación», aseguró el Dr. Julián Bustin, jefe de la Clínica de Memoria y Gerontopsiquiatría de Ineco.
Por otro lado, es sabido que el momento del diagnóstico de una enfermedad o condición médica neurológica o psiquiátrica crónica tiene un impacto en quien la padece, su familia y su entorno inmediato, transformándose en un punto de quiebre en la vida de una persona. En el caso de los niños y niñas, es normal que este momento pueda movilizar sentimientos encontrados en los padres y la familia que deben ser verbalizados. «Los padres no son los culpables de las patologías de sus hijos, pero sí son responsables de intentar ofrecer el mejor tratamiento y sin dudas deben ser considerados parte fundamental del equipo de trabajo», afirmó la Dra.Torralva.
Aún existe una compleja y preocupante mezcla de desconocimiento y alto estigma en la población general en casi todo lo que respecta a este tipo de enfermedades, y en muchos casos esto demora el diagnóstico, poniendo en riesgo el bienestar de la persona y el de su entorno. En esta línea, el proceso diagnóstico en las enfermedades mentales es el primer paso para un tratamiento adecuado, siendo los síntomas que afectan las capacidades de las personas para desarrollar las actividades de la vida cotidiana, los motivos de consulta más frecuentes.
El conocimiento y la información tienen un impacto significativo en el cuidado de las personas con enfermedades del cerebro. Saber más nos abre un abanico de oportunidades y opciones para lograr el mejor tratamiento posible y una mejor calidad de vida.