Las células grasas podrían ser un reservorio para la infección por COVID-19
Las complicaciones de la obesidad aumentan el riesgo de muchas enfermedades, por lo que la asociación del sobrepeso con desarrollar una infección por COVID-19 más grave es algo esperable para los especialistas. Los adultos obesos tienen tasas más altas de hipertensión y diabetes tipo 2, lo que aumenta las posibilidades de que un paciente padezca una enfermedad grave por el nuevo coronavirus.
Pero los científicos han sospechado que la obesidad es su propio factor de riesgo, incluso sin las comorbilidades. Esto es así producto de una serie de informes que revelaron que incluso los pacientes obesos menores de 18 años tienen un riesgo tres veces mayor de hospitalización, una serie de confirmaciones que pusieron su teoría a prueba.
Un gran grupo de especialistas que reúne a profesionales de la Facultad de Medicina de Stanford; el Instituto de Patología del Hospital Cantonal Baselland deLiestal, Suiza; el Instituto de Genética Médica y Patología y del Hospital de la Universidad de Basilea de Suiza, publicó un estudio de preimpresión, aún no contrastado por pares, que demuestra que el SARS-CoV-2 infecta el tejido adiposo o graso humano para multiplicarse y provocar una respuesta inflamatoria que se corresponde con la COVID-19 grave.
Usando grasa recién recolectada de pacientes de cirugía bariátrica y cardiotorácica, el grupo separó la composición y probó la respuesta de cada uno a la exposición al nuevo coronavirus.
El tejido graso está formado por adipocitos, que son células grasas, preadipocitos (que tienen la capacidad de almacenar gotas de grasa o lípidos en su interior) y células inmunitarias. En el laboratorio, las células grasas se infectaron, pero no mostraron mucha inflamación. Pero las células inmunes de los macrófagos también se infectaron y provocaron una fuerte respuesta inflamatoria. Los preadipocitos, que maduran en células grasas, no se infectaron, pero se sumaron a la respuesta inflamatoria ocasionada por las células inmunes.
El equipo también encontró SARS-CoV-2 en el tejido graso que rodea a varios órganos de pacientes que habían muerto a causa de la infección por COVID-19.
«Estos hallazgos son algunos de los hitos que podrían estar contribuyendo al desarrollo de enfermedad severa», según explicó especialista Catherine Blish, profesora de la Universidad de Medicina de Stanford y una de las dos autoras principales del informe.
«Estamos viendo las mismas citocinas inflamatorias que se detectan en la sangre de los pacientes realmente enfermos, coincidentes con las que se producen en respuesta a la infección de esos tejidos», completó la especialista.
La grasa corporal no es solo almacenamiento, es un tejido biológicamente activo que afecta las hormonas y el sistema inmunológico y promueve un estado constante de baja inflamación. El tejido graso es un reservorio conocido de algunos patógenos como el VIH y la influenza. Se convierte en un objetivo principal para que estos virus permanezcan y se multipliquen, evadiendo las débiles defensas inmunitarias del tejido adiposo.
Los CDC han revelado estadísticas relevantes en este sentido. Sus datos indican que los adultos negros no hispanos en Estados Unidos han sufrido de manera desproporcionada las peores consecuencias de la enfermedad COVID-19. Este grupo también tiene la mayor prevalencia de obesidad.
La obesidad se considera una epidemia en los Estados Unidos y solo ha empeorado con la pandemia de COVID-19. Esto se confirma en una encuesta realizada en febrero pasado donde se indica que el 42% de los adultos informaron un aumento de peso no deseado con un incremento promedio de 13 kilogramos. La obesidad en adultos en los Estados Unidos superó el 40% de la población por primera vez en 2017-2018.
A la par, la Organización Mundial de la Salud, advirtió que la obesidad se ha triplicado desde 1975 a la actualidad y que para el 2016 (momento de su último relevamiento global en la materia) había más de 340 millones de niños y adolescentes (de 5 a 19 años) con sobrepeso u obesidad.
El informe de investigación reciente sobre cómo el SARS-CoV-2 infecta las células grasas podría brindar una oportunidad para un tratamiento personalizado o dirigido. Es posible que las vacunas y los tratamientos actuales deban considerar el peso y el contenido de grasa corporal del paciente para una dosificación más eficaz.
Mientras tanto, los profesionales de la salud continúan fomentando el ejercicio y la nutrición equilibrada para mantener un peso saludable y minimizar el riesgo de una larga lista de enfermedades y complicaciones relacionadas con la obesidad.
Pero los científicos han sospechado que la obesidad es su propio factor de riesgo, incluso sin las comorbilidades. Esto es así producto de una serie de informes que revelaron que incluso los pacientes obesos menores de 18 años tienen un riesgo tres veces mayor de hospitalización, una serie de confirmaciones que pusieron su teoría a prueba.
Un gran grupo de especialistas que reúne a profesionales de la Facultad de Medicina de Stanford; el Instituto de Patología del Hospital Cantonal Baselland deLiestal, Suiza; el Instituto de Genética Médica y Patología y del Hospital de la Universidad de Basilea de Suiza, publicó un estudio de preimpresión, aún no contrastado por pares, que demuestra que el SARS-CoV-2 infecta el tejido adiposo o graso humano para multiplicarse y provocar una respuesta inflamatoria que se corresponde con la COVID-19 grave.
Usando grasa recién recolectada de pacientes de cirugía bariátrica y cardiotorácica, el grupo separó la composición y probó la respuesta de cada uno a la exposición al nuevo coronavirus.
El tejido graso está formado por adipocitos, que son células grasas, preadipocitos (que tienen la capacidad de almacenar gotas de grasa o lípidos en su interior) y células inmunitarias. En el laboratorio, las células grasas se infectaron, pero no mostraron mucha inflamación. Pero las células inmunes de los macrófagos también se infectaron y provocaron una fuerte respuesta inflamatoria. Los preadipocitos, que maduran en células grasas, no se infectaron, pero se sumaron a la respuesta inflamatoria ocasionada por las células inmunes.
El equipo también encontró SARS-CoV-2 en el tejido graso que rodea a varios órganos de pacientes que habían muerto a causa de la infección por COVID-19.
«Estos hallazgos son algunos de los hitos que podrían estar contribuyendo al desarrollo de enfermedad severa», según explicó especialista Catherine Blish, profesora de la Universidad de Medicina de Stanford y una de las dos autoras principales del informe.
«Estamos viendo las mismas citocinas inflamatorias que se detectan en la sangre de los pacientes realmente enfermos, coincidentes con las que se producen en respuesta a la infección de esos tejidos», completó la especialista.
La grasa corporal no es solo almacenamiento, es un tejido biológicamente activo que afecta las hormonas y el sistema inmunológico y promueve un estado constante de baja inflamación. El tejido graso es un reservorio conocido de algunos patógenos como el VIH y la influenza. Se convierte en un objetivo principal para que estos virus permanezcan y se multipliquen, evadiendo las débiles defensas inmunitarias del tejido adiposo.
Los CDC han revelado estadísticas relevantes en este sentido. Sus datos indican que los adultos negros no hispanos en Estados Unidos han sufrido de manera desproporcionada las peores consecuencias de la enfermedad COVID-19. Este grupo también tiene la mayor prevalencia de obesidad.
La obesidad se considera una epidemia en los Estados Unidos y solo ha empeorado con la pandemia de COVID-19. Esto se confirma en una encuesta realizada en febrero pasado donde se indica que el 42% de los adultos informaron un aumento de peso no deseado con un incremento promedio de 13 kilogramos. La obesidad en adultos en los Estados Unidos superó el 40% de la población por primera vez en 2017-2018.
A la par, la Organización Mundial de la Salud, advirtió que la obesidad se ha triplicado desde 1975 a la actualidad y que para el 2016 (momento de su último relevamiento global en la materia) había más de 340 millones de niños y adolescentes (de 5 a 19 años) con sobrepeso u obesidad.
El informe de investigación reciente sobre cómo el SARS-CoV-2 infecta las células grasas podría brindar una oportunidad para un tratamiento personalizado o dirigido. Es posible que las vacunas y los tratamientos actuales deban considerar el peso y el contenido de grasa corporal del paciente para una dosificación más eficaz.
Mientras tanto, los profesionales de la salud continúan fomentando el ejercicio y la nutrición equilibrada para mantener un peso saludable y minimizar el riesgo de una larga lista de enfermedades y complicaciones relacionadas con la obesidad.