COVID-19: El CONICET avanza en la formulación de una vacuna de nueva generación
Especialistas del CONICET de diferentes instituciones lograron una formulación prometedora para una vacuna de nueva generación contra el SARS-CoV-2, con capacidad neutralizante en un modelo preclínico de ratón, a niveles comparables -o incluso superiores- a los inducidos por las vacunas que se aplican en la actualidad. El proyecto es liderado por Daniela Hozbor, investigadora del CONICET en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular (IBBM, CONICET-UNLP). El estudio fue publicado este mes en la revista científica internacional Frontiers in Immunology.
«Después de evaluar distintas formulaciones de vacunas que diferían en cantidad y en su composición en términos de la proteína S de las variantes Wuhan, Beta y Delta del SARS-CoV-2, solas o combinadas, determinamos que funciona muy bien una que contiene dos microgramos de la proteína S trimérica y glicosilada de la variante ancestral», asegura Hozbor, autora principal del artículo. «Los resultados indican que tiene un nivel de respuesta mejor que varias de las versiones comerciales que se utilizan hoy», añade.
Aunque al momento del estudio no circulaba ómicron, Hozbor resalta que ahora están analizando la capacidad neutralizante frente a esa variante dominante. «Los datos preliminares muestran que, si se la emplea como refuerzo, la formulación induce anticuerpos neutralizantes contra Ómicron en niveles que, en algunos casos, resulta superior al que inducen tres dosis de las vacunas actuales», anticipa.
Más allá de que los resultados abren la puerta a una nueva candidata de vacuna nacional contra la COVID-19, el trabajo se utilizó como prueba piloto de algo más amplio. «Este es el primer logro de un proyecto muy ambicioso, que incluye poner en valor una planta de producción para vacunas humanas que esté bajo la órbita estatal y pueda hacer el recorrido desde la investigación básica hasta los estudios clínicos de fase 1», concluye Andrea Gamarnik, investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA, CONICET-Fundación Instituto Leloir) y también autora del estudio.
Además de especialistas del CONICET en el IBBM y en el IIBBA, también participan en este desarrollo investigadores del Consejo en el Instituto Nacional de tecnología Agropecuaria (INTA), así como colegas canadienses del Consejo Nacional de Investigación de Canadá.
Se trata de IncuINTA, una plataforma técnico-organizativa para el desarrollo de proyectos tecnológicos que el INTA tiene en el Centro de Investigación en Ciencias Veterinarias y Agronómicas (CICVyA), en Hurlingham, provincia de Buenos Aires.
«Es una alianza sinérgica entre científicos del CONICET de diversas áreas del conocimiento como son la biotecnología, la inmunología y la virología, que incluye a instituciones muy importantes de nuestro país y permitirá avanzar hacia fases clínicas en humanos sobre la base de investigaciones que comenzamos en nuestros laboratorios», expresa Andrea Gamarnik. Y añade: «Tomando el actual contexto, en el que todavía hay que atender necesidades de la pandemia, el objetivo será el desarrollo de herramientas para prevenir los efectos de COVID-19, con la idea de planificar proyectos futuros que atiendan necesidades locales y regionales».
Ahora, el equipo de científicos y científicas trabaja en la puesta a punto de la planta IncuINTA para adaptarla y obtener la acreditación de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), requisito para producir desarrollos biológicos para uso en seres humanos y la realización de las primeras fases de los ensayos clínicos.
Una vez alcanzada la acreditación, la planta de IncuINTA podrá producir no sólo productos contra COVID-19, sino también para la rabia, influenza, dengue, rotavirus e incluso para hacer frente a enfermedades endémicas como el Chagas. Y ante nuevas pandemias o emergencias sanitarias permitirá ofrecer respuestas rápidas y coordinadas.
«La planta de 600 metros cuadrados ya existe e inició su actividad en 2020», señala Andrés Wigdorovitz, investigador del CONICET en el Instituto de Virología e Innovaciones Tecnológicas y director de IncuINTA, y agrega: «Pasará a ser la única planta pública que trabaja con principios activos biológicos recombinantes certificable como establecimiento BPM».
Wigdorovitz señala que luego de presentar un proyecto para para avanzar con la acreditación, obtuvieron aportes del MINCyT. «En breve esperamos poder ejecutarlo y, cuando eso ocurra, llevará entre seis a ocho meses terminar el proceso», asegura.
«Después de evaluar distintas formulaciones de vacunas que diferían en cantidad y en su composición en términos de la proteína S de las variantes Wuhan, Beta y Delta del SARS-CoV-2, solas o combinadas, determinamos que funciona muy bien una que contiene dos microgramos de la proteína S trimérica y glicosilada de la variante ancestral», asegura Hozbor, autora principal del artículo. «Los resultados indican que tiene un nivel de respuesta mejor que varias de las versiones comerciales que se utilizan hoy», añade.
Aunque al momento del estudio no circulaba ómicron, Hozbor resalta que ahora están analizando la capacidad neutralizante frente a esa variante dominante. «Los datos preliminares muestran que, si se la emplea como refuerzo, la formulación induce anticuerpos neutralizantes contra Ómicron en niveles que, en algunos casos, resulta superior al que inducen tres dosis de las vacunas actuales», anticipa.
Más allá de que los resultados abren la puerta a una nueva candidata de vacuna nacional contra la COVID-19, el trabajo se utilizó como prueba piloto de algo más amplio. «Este es el primer logro de un proyecto muy ambicioso, que incluye poner en valor una planta de producción para vacunas humanas que esté bajo la órbita estatal y pueda hacer el recorrido desde la investigación básica hasta los estudios clínicos de fase 1», concluye Andrea Gamarnik, investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA, CONICET-Fundación Instituto Leloir) y también autora del estudio.
Además de especialistas del CONICET en el IBBM y en el IIBBA, también participan en este desarrollo investigadores del Consejo en el Instituto Nacional de tecnología Agropecuaria (INTA), así como colegas canadienses del Consejo Nacional de Investigación de Canadá.
Una planta estatal para el desarrollo de vacunas
En vinculación con el proyecto para desarrollar una vacuna de nueva generación contra el SARS-CoV-2, y con apoyo del CONICET y del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCyT), el INTA, la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y la Fundación Instituto Leloir (FIL) decidieron aunar esfuerzos y firmaron un convenio de cooperación académico, científico y de desarrollo con la acreditar una planta estatal para la producción de vacunas.
Se trata de IncuINTA, una plataforma técnico-organizativa para el desarrollo de proyectos tecnológicos que el INTA tiene en el Centro de Investigación en Ciencias Veterinarias y Agronómicas (CICVyA), en Hurlingham, provincia de Buenos Aires.
«Es una alianza sinérgica entre científicos del CONICET de diversas áreas del conocimiento como son la biotecnología, la inmunología y la virología, que incluye a instituciones muy importantes de nuestro país y permitirá avanzar hacia fases clínicas en humanos sobre la base de investigaciones que comenzamos en nuestros laboratorios», expresa Andrea Gamarnik. Y añade: «Tomando el actual contexto, en el que todavía hay que atender necesidades de la pandemia, el objetivo será el desarrollo de herramientas para prevenir los efectos de COVID-19, con la idea de planificar proyectos futuros que atiendan necesidades locales y regionales».
Ahora, el equipo de científicos y científicas trabaja en la puesta a punto de la planta IncuINTA para adaptarla y obtener la acreditación de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), requisito para producir desarrollos biológicos para uso en seres humanos y la realización de las primeras fases de los ensayos clínicos.
Una vez alcanzada la acreditación, la planta de IncuINTA podrá producir no sólo productos contra COVID-19, sino también para la rabia, influenza, dengue, rotavirus e incluso para hacer frente a enfermedades endémicas como el Chagas. Y ante nuevas pandemias o emergencias sanitarias permitirá ofrecer respuestas rápidas y coordinadas.
«La planta de 600 metros cuadrados ya existe e inició su actividad en 2020», señala Andrés Wigdorovitz, investigador del CONICET en el Instituto de Virología e Innovaciones Tecnológicas y director de IncuINTA, y agrega: «Pasará a ser la única planta pública que trabaja con principios activos biológicos recombinantes certificable como establecimiento BPM».
Wigdorovitz señala que luego de presentar un proyecto para para avanzar con la acreditación, obtuvieron aportes del MINCyT. «En breve esperamos poder ejecutarlo y, cuando eso ocurra, llevará entre seis a ocho meses terminar el proceso», asegura.